En todas las épocas se ha discutido sobre qué es y cuál es la buena música.
Durante largo tiempo, la iglesia consideró los instrumentos como diabólicos y la voz humana como la única capaz de alabar a Dios.
Igualmente durante la Reforma, los calvinistas quemaron los órganos de las iglesias, pues podían turbar el alma de los fieles; el órgano tomó así de nuevo el papel que había desempeñado hasta el siglo X: servir a la música profana en los circos y anfiteatros.
En el siglo XVII, en la corte de Luis XIV de Francia, una obra de inspiración italiana hizo palidecer de desagrado a los fervientes de la música "a la francesa"; un siglo después se produjo un cambio completo: la música "a la italiana" era aplaudida como la única música verdadera.
En el 1913, el estreno de "La consagración de la primavera", de Stravinski, fue acogida con altercados y desvanecimientos; hoy, la música de vanguardia no es apreciada más que por una minoría de melómanos, mientras, la gran mayoría de los aficionados a la música se deleita con obras del pasado, de Bach a Tchaikovski.
La música POP, que tanto gusta a los jóvenes suele ser rechazada por la gente de más edad. En cuanto a la música PUNK o Hard Rock, que algunos ponen por la nubes, para muchas personas no es más que un número de demasiado elevado de decibelios.
La música es parte de la cultura de los pueblos, su memoria se mantiene porque esta adherida a los sentimientos. Marca épocas y muchas veces la trasciende rememorando momentos nostálgicos transportándonos a una nítida dimensión vivencial de intercambios de afectos con los seres queridos, sentir su contacto, el timbre de la voz, el calor de las pulsaciones de la vida que une con el pasado alegre o triste aunque lejanos se hacen presentes.
La buena música clásica o popular se universaliza, por selección espiritual se mantienen en el tiempo. Todas cumplen una función terapéutca.
MÚSICOTERAPIA
(GRACIAS A YOUTUBE)
SU AMIGO
DR. PABLO ALBAN
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